El
verdadero significado del regalo.
La Conferencia de Regalos de
Navidad de aquel año estaba llena. A ella habían
acudido todos los jugueteros
del mundo, y muchos otros que no eran jugueteros
pero que últimamente solían
asistir, y los que no podían faltar nunca, los
repartidores: Santa Claus y
los Tres Reyes Magos. Como todos los años, las
discusiones tratarían sobre
qué tipo de juguetes eran más educativos o divertidos,
cosa que mantenía durante
horas discutiendo a unos jugueteros con otros, y sobre
el tamaño de los juguetes. Sí,
sí, sobre el tamaño discutían siempre, porque los
Reyes y Papá Noel se quejaban
de que cada año hacían juguetes más grandes y
les daba verdaderos problemas
transportar todo aquello...
Pero algo ocurrió que hizo
aquella conferencia distinta de las anteriores: se coló
un niño. Nunca jamás había
habido ningún niño durante aquellas reuniones, y
para cuando quisieron darse
cuenta, un niño estaba sentado justo al lado de los
reyes magos, sin que nadie
fuera capaz de decir cuánto tiempo llevaba allí, que
seguro que era mucho. Y
mientras Santa Claus discutía con un importante
juguetero sobre el tamaño de
una muñeca muy de moda, y éste le gritaba
acaloradamente gordinflón!, si
estuvieras más delgado más cosas te cabrían en
el trineo! ;, el niño se puso
en pie y dijo:
- Está bien, no discutan. Yo
entregaré todo lo que no puedan llevar ni los Reyes ni
papá Noel.
Los asistentes rieron a
carcajadas durante un buen rato sin hacerle ningún caso.
Mientras reían, el niño se
levantó, dejó escapar una lagrimita y se fue de allí
cabizbajo...
Aquella Navidad fue como casi
todas, pero algo más fría. En la calle todo el
mundo continuaba con sus vidas
y no se oía hablar de todas las historias y cosas
preciosas que ocurren en
Navidad. Y cuando los niños recibieron sus regalos,
apenas les hizo ilusión, y
parecía que ya a nadie le importase aquella fiesta.
En la conferencia de regalos
del año siguiente, todos estaban preocupados ante la
creciente falta de ilusión con
se afrontaba aquella Navidad. Nuevamente
comenzaron las discusiones de
siempre, hasta que de pronto apareció por la
puerta el niño de quien tanto
se habían reído el año anterior, triste y cabizbajo.
Esta vez iba acompañado de su
madre, una hermosa mujer. Al verla, los tres
Reyes dieron un brinco: ¡María!
; y corriendo fueron a abrazarla. Luego, la mujer
se acercó al estrado, tomó la
palabra y dijo:
- Todos los años, mi hijo
celebraba su cumpleaños con una gran fiesta, la mayor
del mundo, y lo llenaba todo
con sus mejores regalos para grandes y pequeños.
Ahora dice que no quiere
celebrarlo, que a ninguno de ustedes en realidad le
gusta su fiesta, que sólo
quieren otras cosas... ¿se puede saber qué le han
hecho?
La mayoría de los presentes
empezaron a darse cuenta de la que habían liado.
Entonces, un anciano
juguetero, uno que nunca había hablado en aquellas
reuniones, se acercó al niño,
se puso de rodillas y dijo:
- Perdón; yo no quiero ningún
otro regalo que no sean los tuyos. Aunque no lo
sabía, tú siempre habías
estado entregando aquello que no podían llevar ni los
Reyes ni Santa Claus, ni nadie
más: el amor, la paz, y la alegría. Y el año pasado
los eché tanto de
menos...perdóname.
Uno tras otro, todos fueron
pidiendo perdón al niño, reconociendo que eran suyos
los mejores regalos de la
Navidad, esos que colman el corazón de las personas de
buenos sentimientos, y hacen
que cada Navidad el mundo sea un poquito mejor...
Comentarios
Publicar un comentario